La Naturaleza tiene mucho que contar a todo aquel que sabe comprenderla. Interpretar el mensaje que cada roca, árbol, animal, arroyo o lago patagónico esconde devela el secreto de una trama ecológica fascinante.
Un auténtico colonizador del bosque, abriéndose paso entre las rocas, lleva a cabo una lenta labor de cientos de años.
Los árboles que acompañan el circuito Arrayanes se llaman cipreses. Se trata de una de las tres coníferas autóctonas que podrá encontrar en la región, junto a la araucaria y el maniú.
El ciprés de la cordillera (Austrocedrus chilensis) tiene una interesante particularidad ecológica: es una especie colonizadora, que se aferra a la piedra con una tozudez admirable, algo que podrá advertir fácilmente a lo largo del trayecto y, sobre todo, en las paredes del cerro Abanico (ver circuitos lacustres).
A partir de allí, sus raíces van rompiendo el material rocoso facilitando, junto con el proceso conocido como meteorización (fragmentación de la roca por efectos del cambio brusco de temperatura) la formación de nuevos suelos, por un lado, y la fijación del escaso existente, por el otro.
Adaptado para sobrevivir en condiciones extremas, su presencia indica que está Usted transitando por una ladera montañosa con mayor exposición al sol, muy diferente al bosque húmedo con preeminencia de Nothofagus (coihues, robles, lengas, raulíes y ñires) que podrá encontrar en otros circuitos de la región.
De alto valor arquitectónico, sus varas enhiestas se utilizan especialmente como columnas o en cercos de jardines o viviendas.
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